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Uno de los cabezos que otorgan a Lorquí su particular orografía, plagado El Cabezo de La Ermita, punto más alto del casco urbano y que fue un cementerio antaño, debe su nombre al pequeño templo que representaba la última estación del Vía Crucis. Hoy día ambos han sido acondicionados como miradores desde donde se ofrecen unas magníficas vistas de toda la huerta del Segura.