El molino de Veneziola, que aún muestra su chapitel y parte de su maquinaria, fue construido muy cerca del mar para facilitar el trasvase de agua, e impulsarla hasta las balsas de detección donde se dejaba evaporar para así obtener la sal.
El molino de las salinas suele tener una altura entre 8 y 12 metros. El diámetro de su planta circular es de entre 6 y 10 metros. A su parte superior o tejado se le llama chapitel y las aspas que nacían de él llegaban a medir de 10 a 14 metros y sobre ellas se ataban las velas que, cómo en las barcas de los pescadores de la zona, tenían forma latina, dotándolos así de unas de sus características más llamativas.
Este molino no presenta a lo largo del cuerpo las típicas ventanas, apareciendo en cambio una única abertura en la cara frontal que constituía la puerta de ingreso a la maquinaria, que originariamente debió ser de madera y de la que tan sólo ha quedado el marco.
Los molinos, en general, constan de una serie de engranajes de madera y hierro que transmiten la energía que generan las velas, movidas por el viento. Este de la Manga conserva todo ese engranaje y, aunque no en muy buen estado, sigue llamando la atención de los numerosos paseantes.
La introducción de sistemas modernos, en el trabajo del tratamiento de la sal, hizo que se abandonaran estos antiguos sistemas, quedando hoy exclusivamente como reclamo turístico.